domingo, 15 de octubre de 2017

Amar es un Verbo

El Amor es el fruto del Amar

“En un seminario en el que yo hablaba sobre el concepto de proactividad, un hombre dijo: 'Stephen, me gusta lo que dice. Pero las situaciones difieren entre si. Por ejemplo, mi matrimonio. Estoy realmente preocupado. A mi esposa y a mí ya no nos unen los antiguos sentimientos. Supongo que ya no la amo, y que ella ya no me ama a mí. ¿Qué puedo hacer?

- ¿Ya no sienten nada el uno por el otro? - pregunté.

- Así es. Y tenemos tres hijos, que realmente nos preocupan.  ¿Usted que sugiere?

- Ámela - le contesté.

- Pero le digo que ese sentimiento ya no existe entre nosotros.

 - Ámela.

 - No me entiende. El amor ha desaparecido.

- Entonces ámela. Si el sentimiento ha desaparecido, ésa es una buena razón para amarla.

- Pero, ¿Cómo Amar cuando uno no ama?

- Amar, querido amigo, es un verbo. El amor es el fruto del Amar, el verbo. De modo que ámela. Sírvala. Sacrifíquese por ella. Escúchela. Comparta sus sentimientos. Apréciela. Apóyela. ¿Está dispuesto a hacerlo?"

(De “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”,  del Dr. Stephen R. Covey)

jueves, 12 de octubre de 2017

Cuento del Picapedrero

Se trata de la sencilla historia  de un picapedrero. ¿Cómo puede un picapedrero abrir un gigantesco canto rodado? Empieza por utilizar un enorme martillo con el que golpeaba la roca graní­tica con toda la fuerza que puede. La primera vez que la golpea no le hace ni una muesca, no le arranca ni un trocito, nada. Retira el martillo y vuelve a golpear un ay otra vez, 100, 200, 300 veces, sin producir una sola grieta.

Después de tanto esfuerzo, la roca no muestra ni la más ligera grieta, pero él sigue golpeándola. A veces, pasa gente a su lado y se ríe de su persistencia cuando es evidente que sus acciones no están teniendo él menor efecto. Pero un picapedrero es muy inteligente. 

Sabe que, por el hecho de no ver resultados inmediatos de las acciones que realiza, eso no quiere decir que no se esté haciendo ningún progreso. Continúa golpeando la roca en diferentes puntos, una y otra vez, y en algún momento, quizá cuando lleve 500 o 700 golpes, o en el que hace 1.004, la piedra no sólo se astilla, sino que se abre literalmente por la mitad. 

¿Ha sido ese único y último golpe el que ha abierto la piedra? Desde luego que no.

Ha sido la presión constante y continua que ha aplicado al desafío al que se enfrentaba.